jueves, 23 de agosto de 2007

Impotencias inmunes al Viagra


En mi colegio había un solo 4º año. O sea, si eras de 3º A y pasabas de año, en 4º ibas a estar con los de 3º B que pasaban. Yo estaba en el A, pero conocía a muchos del B por haber hecho la primaria con varios. Es mas, me veía afuera con ellos, jugábamos al fútbol, etc. Encontrarme con ellos en ese 4º era un deseo para mí. Íbamos a estar como antes, todos juntos. Pero como siempre, el diablo metió la cola.
Rendí mis clásicas materias de marzo y apenas me quedaron dos, corrí a mi casa para que mi vieja venga a firmar, y así anotarme en 4º. Y corrí porque había rumores de que quedaban pocas vacantes.
Cuando fuimos a anotarme, nos mandaron con el rector. Este, con la insensibilidad de un nazi, me dijo: “Que lastima. Ya no hay mas vacantes para 4º” No se si alguna vez tuvieron la sensación de recibir un mazazo en la cabeza que en realidad lo sentís en el corazón, pero eso sentí yo. Y luego me largue a llorar, impotente. Por mas que mi vieja le hablaba, por mas que yo seguía derramando lagrimas, el rector seguía diciendo: “Si, lo entiendo, pero no hay mas vacantes”.
Salimos de la oficina y me sentía desolado. Me acerque a la lista de alumnos que estaban anotados para 4º año. Eran 41. Pero mi mirada quedo clavada en el final de la lista. Allí, escrito con lápiz, decía: +1=42. Me pareció curioso eso, pero por mi estado anímico le reste importancia.
Muchos quedaron sin vacantes. Hubo reunión de padres con el dueño de la escuela, pero la cosa no se resolvió. Finalmente, para seguir al menos en el mismo colegio, me cambie al turno mañana, donde vaya uno a saber porque había un 4º A y un 4º B.
Al tiempo me entere que un chico que pasó de año dos días después que yo, había sido anotado en el 4º que yo tanto anhelaba. Ahí me di cuenta que ese +1 era el. Según me contaron, el padre, que era policía, había ido a exigir que su hijo sea anotado, con la reglamentaria en mano.
Con mis amigos me seguí viendo. Hasta fui al viaje de egresados con ellos y no con mis nuevos compañeros. Y lo que aprendí de esto es el real sentido de una injusticia, pues por primera vez la vivía en carne propia. Y gracias a esto, empecé a entender el porque de muchas marchas y manifestaciones en este mundo. Porque ser victima de una injusticia es una de las peores cosas que nos pueden pasar. Porque nos provoca dolor, impotencia y mucha rabia contenida, que al desatarse deja salir lo peor de nosotros.
Espero que me entiendan, a pesar de que eso quiera decir que vivieron una injusticia.

viernes, 10 de agosto de 2007

El día que me convertí en Peter Pan


Tenía unos 10 años. En esa época aun estaba al aire “Titanes en el ring”, con La Momia, El caballero Rojo, La Hormiga y obviamente Martín Karadagian.
El programa hacia giras por los barrios. Y un día llego al mío. Como era seguidor del programa, mi viejo me dijo: “el sábado te llevo” Feliz y contento espere con ansias ese día. Por fin iba a estar cerca de mis ídolos. Por fin iba a sentir de cerca la adrenalina que sentía frente al televisor. Sentía que ese sábado iba a ser un día trascendental para mí. Y lo fue.
Llegue al lugar. El show comenzó y yo estaba como loco. El presentador nombraba un luchador y este entraba entre aplausos o silbidos, según correspondía. Hasta llegar al ring el luchador debía sortear un angosto camino con chicos a los costados que lo saludaban, lo tocaban, le pegaban, etc. En un momento, le llego el turno a la Momia negra. Jamás en mi vida escuche tantos silbidos. El camino hasta el ring fue bravo para la Momia. Recibió insultos, escupitajos, bollos de papeles y hasta golpes. Y uno de esos golpes fue mío. ¡Le di con alma y vida! Y la Momia acuso el golpe, pues se dio vuelta y haciendo un movimiento de brazos supuestamente casual me propino un golpe a la cara que casi me desmaya. La Momia siguió como si nada revoleando los brazos, la gente se reía, gritaba y yo me quede mirándola, atónito.
En ese momento, parte de mi inocencia se había ido. La Momia no era una Momia, era un tipo calentón que ya estaba cansado de que le peguen. Seguí las luchas, pero ya mi emoción no era la misma. Y no había sido el golpe lo que mas me dolió, sino darme cuenta que desde ahora iba a fantasear menos, en definitiva, iba a empezar a crecer. Y yo no quería eso. Es mas, aun no lo quiero. ¿A ustedes no les pasa lo mismo?